sábado, 24 de marzo de 2012

Catacaos y sus sombreros


Nuestros sombreros de paja

Por: Julio M. Calle

(Tomado de la Revista Mundial, N°. 167, Año IV, Lima 27 de julio de 1923, pp. 62-63.)

Con verdadero placer acogemos estas breves líneas que nos remite nuestro colaborador señor Julio M. Calle sobre la industria del tejido del sombrero de Catacaos, pintorescamente ilustrada con cuatro fotografías. Los detalles de la fabricación de este fino sombrero nacional, que constituye la labor exclusiva de una vasta región del país y que es más estimada fuera del Perú, que entre nosotros, hace particularmente interesante la sucinta descripción contenida en este artículo.

La materia prima para la confección del sombrero blanco es la paja toquilla, planta semiacuática de las montañas tropicales del Ecuador, la cual crece espontáneamente y después de ser cortada vuelve a revivir al igual que la caña dulce o la grama. En el Perú no se consigue hasta ahora una clase de paja tan excelente como la del Ecuador, y regular la hay solamente en pocos sitios de la montaña, abundando más bien el juncal, con la cual se tejen sombreros “juncos” de mucho menos valor que los titulados “panameños”. Esta paja tiene color amarillo oro.

Foto N°. 1. Revista Mundial, p. 62.


La paja blanca toquilla se toma de las matas en grandes lonjas como las hojas de plátano, las cuales se rajan, enroscándose por sí mismas las hebras, debido a la rociada de agua que se les suministra antes del corte separándose en porciones de 40 a 60 hebras y formándose los “moños”, de los cuales cada doce forman un “maso” y de estos cada ocho forman un “ocho”.

Estos sombreros los tejen los indios nativos de estas comarcas, cuya población se acerca a los 60,000 habitantes, necesitando tanta paja cuanto más finos son y desde luego de más valor. Al tejerlos van humedeciendo la paja con agua. Cuando son muy finos rajan las hebras de paja en el mayor número de hebras submúltiples. El indio comienza a recibir lecciones de tejido desde los 10 años de edad, perfeccionándose cada día más y más, no sólo en la bondad del artículo sino en la aceleración. Un indio perfeccionado o práctico, ya de edad juvenil, teje un sombrero de regular clase en cuatro días, trabajando seis horas diarias; un sombrero de súper calidad puede demandar hasta cuatro semanas de confección, al igual número de horas de trabajo cotidiano. El pequeño indio recibe lecciones de tejido de sus padres y hermanos mayores. Sus primeros ensayos los hace tejiendo pequeños abanicos y canastillas, que se venden como juguetes para los niños.

Una vez listo el sombrero, el indio o india recorre la plaza, la ciudad de Catacaos, poniéndolo en mano de los comerciantes compradores, quienes señalan el precio, después de ligero examen del artículo; el dueño es libre de buscar quien le pague el mayor precio a su sombrero, pero es tanta la práctica entre los compradores que nunca fluctúa, salvo casos de urgencia interesada, más de cuarenta centavos el precio que se ofrece entre unos y otros comerciantes; y el indio sabedor de esto, cuando se le ofrece el límite recibe el dinero, sin llegar a mayores vacilaciones, y es que éste sabe mejor que nadie el valor exacto de su trabajo, por consecuencia de la práctica en vender su artículo y del conocimiento del rendimiento gradual del tejido que produce su “mano de obra”.

El indio, como es pobre y vive de su trabajo al día, vende de uno en uno en sus sombreros. Del valor recibido lo primero que hace es comprar la proporción de paja calculada para el nuevo trabajo o el nuevo sombrero, esta proporción va en relación del grosor del tejido, es decir que a más finura del sombrero mayor cantidad de paja se emplea. El término promedial que gasta la confección de un sombrero regula es de doce moños, o sea más de 600 hebras, hebras por un valor más o menos de UN SOL DE PLATA PERUANA.

Foto N°. 2. Revista Mundial, p. 63.


El tejido del sombrero se inicia por la copa en su parte superior o sea el platillo, continuando por las alas, la forma que va tomando el sombrero se debe a hormas especiales, a las cuales van sometiendo el sombrero, para que éste cobre forma de tal, haciendo hormas de variadas formas y tamaños. Las medidas que les dan los nativos tejedores a los sombreros que tejen no son antojadizas, están sujetas a las que reparten los interesados, consistentes en hebras duras de la misma paja toquilla, en la que va a la vez la medida de la copa y de la ala, doblando la hebra en dos partes. Estas medidas las reparten los comerciantes profusamente entre los indios e indias sometiéndose entonces a las debidas demandas en plaza.

La preparación la efectúan especialistas en el ramo. Consiste esta operación en engomar, majar con piedras suaves y especiales, azufrar y hormar el sombrero, lo cual se hace al gusto de los solicitantes. También se sahúman en cuartos herméticamente cerrados para darles el mayor blancor posible, este sahumado se hace con azufre quemado, cuyo humo produce los efectos anotados.

Los comerciantes clasifican el sombrero por el valor de su hebra, los prensan y se les coloca en paquetes bien cosidos, que se encajonan o bien se despachan por correo, siendo el puerto de Paita por donde salen para su exportación.

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